Estos días hemos podido leer en la prensa como existen todavía algunos colegios en nuestro país que segregan por sexos a sus alumnos y alumnas, y no he podido evitar pensar sobre las consecuencias que esto supone en una etapa tan decisiva en nuestras vidas.
Cuando te haces adulto comprendes cuántas cosas de las que haces o piensas ahora tienen que ver con lo que uno aprendió en el colegio, de la mano de sus profesores/as, pero también de aquellos compañeros y compañeras de juegos, de recreos y de estudios.
Soy hija de maestro y de maestra. Y he vivido muy de cerca las adaptaciones de los sistemas pedagógicos en nuestro país. Y soy muy consciente de que los cimientos de nuestra personalidad se forjan en gran medida en el tiempo que vivimos y aprendemos en el colegio. Los valores básicos en los que se basa nuestra convivencia se transmiten a través del conocimiento, de lo que nos enseña nuestra familia, pero también a partir de las experiencias y de la relación que establecemos con los demás. El respeto al otro, la tolerancia y la resolución pacífica de nuestros conflictos son valores fundamentales para el futuro adulto, y sobre todo para nuestra felicidad cuando los problemas ya no se solucionan en el siguiente recreo.
Por eso me pregunto, si llevamos 30 años trabajando como sociedad por la igualdad real entre hombres y mujeres como fundamento básico para evitar la discriminación que subyace en conductas machistas y de violencia, ¿no será lo mejor para nuestros hijos e hijas que convivan y aprendan juntos ?, ¿no creéis que se lo pondremos más difícil a los niños y niñas si les separamos por sexos durante el periodo escolar?
Precisamente ahora, cuando las grandes ciudades y los horarios laborales dificultan aún más los espacios de encuentro de la gente, y también los lugares de recreo de los niños y niñas, creo que es más saludable y necesario que nunca que la educación sea mixta.
Me parece que debemos enseñar a los niños y a las niñas, en todos los ámbitos de la vida, que somos diferentes pero merecemos las mismas oportunidades y el mismo respeto, independientemente de nuestro sexo, edad, nacionalidad o religión.
Cada persona aporta una forma diferente de observar el mundo y la gran riqueza es poder compartirlo con los demás, desde el respeto y el conocimiento que nos aportan los que no son, no piensan o no sienten como nosotros, ¿no os parece?
Sinceramente creo que estaríamos haciendo un flaco favor a la sociedad del futuro si no enseñamos a nuestros niños y niñas a apreciar y respetar la diferencia también desde la convivencia en el ámbito educativo, preparándoles cuanto antes para el complejo y diverso mundo que les aguarda.
Fuente: http://www.leirepajin.com/
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